Cojímar
es una zona costera al este de la capital. Pueblo de pescadores
y de gente sencilla capaces de cultivar amistades duraderas.
Eso le sucedió a Gregorio Fuentes a partir del momento
en que conoció a Ernest Hemingway.
El pescador y el escritor eran el uno para el otro. Tan inseparable
como lo fue de Cojímar aquel hombre alto y simpático
que andaba contando anécdotas entre los pobladores.
Tanto quiso al lugar que llegó a calificarlo como mi
patria chica.
Allí, en el rústico muelle, solía verse
el yate Pilar, cuando Papa regresaba a su remanso
en San Francisco de Paula, después de las jornadas
de pesquería. Allí comenzó a forjarse
la idea de escribir El viejo y el mar.
Mientras el viento batía del norte él solía
degustar exquisitos platos confeccionados con mariscos en
el más frecuentado restaurante de toda la región
y que hoy todavía existe con el patronímico
de Las Terrazas de Cojímar.
Al crearse en 1976 una nueva división político-administrativa
en el país, Cojímar pasó a formar parte
del municipio Habana del Este, territorio donde se construyeron
las más importantes instalaciones para los XI Juegos
Panamericanos realizados en la capital cubana en 1991.
Los 20 000 vecinos de Cojímar saben que Hemingway les
pertenece. Su figura honra el parque y desde allí otea
el azul del mar. Los más jóvenes conocen su
real dimensión como escritor; los más viejos
se acuerdan de su risa y su carácter jovial, pero tal
vez no sepan que Jemin escribió Adiós
a las armas, Las nieves del Kilimanjaro
o ¿Por quién doblan las campanas?.