Aquel encuentro
para la historia entre Ernest Hemingway y Fidel Castro tuvo
lugar el domingo 15 de mayo de 1960. Un estrechón de
manos unía a dos personas que se admiraban mutuamente
antes de conocerse.
Era la décima ocasión que se realizaba un torneo
de pesca de la aguja con el nombre del afamado escritor estadounidense
y los organizadores del certamen hicieron las coordinaciones
pertinentes para que se produjera el trascendental momento.
Hemingway acudió a la cita con su Pilar; Fidel lo hizo
a bordo del Cristal y estuvo acompañado por Ernesto
Che Guevara. El pretexto no podía ser mejor, porque
consistía en que ambos participaran en la contienda
tras agujas, casteros y dorados.
Ocho horas de competencia fueron suficientes para que el Jefe
de la Revolución cubana, sin apartarse un instante
de la vara y el carrete, se erigiera como máximo acumulador
individual.
Alguien allegado al autor de El viejo y el mar
comentó que Ernest, al entregarle el trofeo a Fidel
le dijo: Tal vez usted sea un novato en la pesca, pero
ya es un pescador afortunado.
El hombre que solía vestir de guayabera con pantalones
cortos jamás ocultó su admiración por
el proceso que comenzaba a gestarse en Cuba en los primeros
años de la década de los 60 del pasado siglo.
Después de tanto tiempo en este país me
considero un verdadero cubano, dijo.
Nunca vi algo tan maravilloso como El viejo y
el mar, ha comentado Fidel, para quien sus títulos
fueron para él fuente de conocimientos históricos
y geográficos.
Igualmente aseveró que Por quién doblan
las campanas tuvo una gran influencia en una etapa de
su vida cuando buscaba una salida a una situación complicada
en la Isla.
Sentenció que Cuba no merece ningún agradecimiento
por la labor realizada en la preservación de la documentación
existente en La Vigía (Museo Hemingway), pues no haberlo
hecho sería una muestra de incultura.