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Un caluroso
mediodía habanero Ernest Hemingway visitó por
primera vez El Floridita, un bar restaurante de la calle del
Obispo. Se sentó -y siempre lo haría en el mismo
lugar- en la primera banqueta, sitio donde fue develado un
busto en su honor, en 1954.
El Floridita le sirvió de refugio y allí departía
con muchos amigos y hasta con coterráneos que venían
a visitarlo. Allí prácticamente creó
un trago especial de daiquirí con su nombre. Se trata
del Papa Doble o Hemingway Especial
una variente a base de ron blanco cubano, jugo de toronja
limón, marrasquino y hielo. Al trago original le suprimió
el azúcar, pero le duplicó el ron.
De esos daiquiries se bebía a veces durante
algunas horas unos 12 vasos y como si fuera poco, se llevaba
uno en cada mano para continuar con su hobbie en el viaje
de regreso a La Vigía.
Las visitas de Papa Hemingway fueron más seguidas a
partir de 1940. Allí creó un círculo
de amigos cubanos que se reunían en torno a él
en su esquina.
Se hizo acompañar en El Floridita de amigos ilustres
como los duques de Windsor, Errol Flynn, Gene Tunney, Jean
Paul Sartre, Gary Cooper, Dominguín -famoso torero
de la época-, Tennesse Williams, Charles Scribner,
Spencer Tracy, Rocky Marciano, Ava Gardner, Samuel Eliot Morison,
Buck Lanham, Herbert Mattews.
Al pie de un dibujo que identifica el lugar exacto donde frecuentaba
el novelista se leyó en la revista Esquire: El bar
El Floridita, en La Habana, es una institución de probidad,
donde el espíritu del hombre puede ser elevado por
la conversación y la compañía. Es una
encrucijada internacional. El ron, necesariamente, domina,
y como en el caso de muchos grandes bares, el estímulo
de la presencia de un hombre famoso presta una atmósfera
especial, una sensación de amistosa filosofía
por la bebida: el residente cubano Ernest Hemingway.
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